A la hora en que el sol puede iluminar ya la cala de mis zapatillas emboco acalorado el puente sifón .La marea empieza a retirarse y el viento de poniente lanza a la cara un bostezo propio de quien se pasó con el blanco del condado y las gambas del Paco Moreno. Pedaleo a contra corriente de la variopinta fauna que brillante de sudor y resoplante regresa feliz. Grupitos de mujeres entradas en carnes que mueven con poco garbo ya sus caderas, ciclistas accidentales de barriguita resultona y equipación b-twin, algún que otro “pro” esprintando cerca de su imaginaria meta, los pescadores recogen sus cañas,que con la excusa de llenar de peces la nevera ponen todo su empeño en vaciarla de cervezas. El sol centellea tremulante en los esteros dispersando la luz en mil direcciones, entorno los ojos, el paisaje se vuelve entonces irreal, reverberante. Hundiéndome en este pozo surrealista me encontraba, cuando vino a sacarme de él una silueta de minero recortada a contraluz y extrañamente familiar. ¡Claro! es Chus con su casco preparado para la nocturna.
Comenzamos a rodar hablando él de lo suyo y yo de lo mío, mientras a levante la ciudad se copia a si misma sobre las salinas .De esta manera tan dicharachera nos vemos sin comerlo ni beberlo en la punta del espigón. Mañana se comentará en las tascas del pueblo que anoche se vio a dos guiris con las bocas abiertas mirando al iluminado polo industrial y a las hileras de cucharillas verde-fluorescentes .Cosa que no es de extrañar, pues la luna llena que riela en la ría es potente trastornadora de mentes ingenuas. Barruntando yo que a nuestros cerebros empieza a faltarle la glucosa necesaria para el buen regir, fuimos en busca de alguna Ibense, que haciendo gala del don de la ubicuidad que las caracteriza encontramos sin dificultad.
Se abría o más bien se cerraba ante nosotros el oscuro camino de vuelta y era el momento de sacarlo todo. Lo siento compañero, dije, pero la mía es la más gorda, me toca ir en cabeza. Tras unos estéticos ajustes y siempre fiel a mis dos únicas e infalibles creencias (la cinta americana y las bridas) orientamos los manillares hacia la luz, siempre hacia la luz. Tomamos la vía verde que a estas horas pierde su color y con viento fresco dos transmutadas luciérnagas ponen rumbo Oeste.
Revisando los datos del libro de bitácora electrónico, descubro que en los repechos del Calé marcamos la velocidad punta más elevada, seguramente temiendo las posibles picaduras de las rosas mariposas que se aparean con frenesí en este particular tramo. Tal es así, que de golpe se nos termina el hormigón bajo las ruedas y hacemos un arena-planing (¡glups!) de lo más vistoso. No se lo echamos en cara a las dunas, pues no hacen otra cosa que recuperar sin descanso el terreno que siempre fue suyo. Abandonamos la costa y con la estrella Polar en la frente vamos alternando bostezos y pedaleo.
Existe en este mar de pinos un tramo en el que se marca la mínima velocidad, en él nos vimos atraídos por bellas luces de colores y cantos de sirena. Con fuerza de voluntad miro el imán con las fotos de mis hijas y leo la frase “Papá no corras, vuelve a casa”. Este amuleto ha logrado despegarme de este agujero negro que todo lo quiere tragar.
Hemos estado asombrados (en sombra) por el bosque en todo momento y ahora se abren ante nosotros las plateadas salinas .Apagamos las luces y nos deslizamos por un extraño mundo de dos lunas y cientos de estrellas caídas en el agua, la ciudad eléctrica sigue mirándose hipnotizada en su espejo salado. Curiosa nave espacial flotando en el vacío universo.
(escuchar mientras se lee)
Es entonces cuando al cruzar el puente comienzo a escuchar una triste canción en la orilla contraria. Parece salir de la enorme y hueca barriga del LOCH TORRIDON. Enorme cuerpo oxidado de altiva frente y vacías cuencas oculares que miran hacia el negro horizonte. Tocado y hundido antes de nacer, este fantasmal pecio rumia su tristeza alejado para siempre de su destino. En sus bodegas nunca se olerá un buen whisky de las Higlands ni mojará su cubierta la lluvia escocesa.
Callo y le miento; ánimo Loch, digo, estoy seguro que algún día probaras la sal marina de tu vida, sólo 1500 millas náuticas te separan de casa.
Así que la próxima vez que paséis cerca de él, deseadle suerte, de la suya también depende la de muchos de los nuestros.
2 comentarios:
cfc... me desprendo de lo que me cubre la cabeza... coño... que me quito el sombrero....Creo que alguno va a tener que pensar escribir un libro de crónicas... Venga... nos vemos mañana a las 8,30 en las salinas
Lo del sombrero, que no tengo, lo resumo en dos palabras, ... o era una..., "im-presionante".
Como que me están entrando ganas de hacer una nocturna, vamos de acompañar a las polillas ...
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